Alpujarra

La Alpujarra se define por compartir el mismo cielo, por decirlo en palabras de Pedro Antonio de Alarcón.

La Alpujarra es el territorio que comprende el espacio celeste entre Sierra Nevada coronada por el Mulhacén y el Veleta y las sierras más próximas al mar como Lújar, La Contraviesa y Gádor que vierten sus aguas al Mediterráneo en forma de ramblas y ríos, Andarax en Almería y Guadalfeo en Granada, forman dos amplios valles que marcan el eje este-oeste.

La Alpujarra se extiende entre las provincias de Almería y Granada y comprende un espacio muy variado que va de las altas cumbres hasta el mar Mediterráneo por lo que se trata de una tierra donde podemos encontrar grandes contrastes paisajísticos y una gran variedad de cultivos tanto de regadío como de secano, de alta montaña y hasta los frutos tropicales más modernos.

Toponimia

Sobre el término Alpujarra no hay demasiadas investigaciones actualizadas, según Gómez-Moreno, encontramos citada La Alpujarra por vez primera en la forma Buxaira y hay autores que le otorgan al topónimo un origen celta relacionado con la forma prerromana "alp", para designar "pasto de montaña", y el diptongo mozárabe "-aira".

Hemos elegido un capítulo del libro de viajes “La Alpujarra: sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia” de Pedro Antonio de Alarcón que recoge diversas teorias:

“Discordes andan historiadores y orientalistas acerca del origen y significación de la palabra Alpujarra.
… Resumiré, pues, desde luego.

PRIMERA OPINIÓN.- Según Luis del Mármol, Alpujarra proviene de la voz árabe abuxarra, que él traduce: la rencillosa, la pendenciera.

SEGUNDA OPINIÓN.- D. Miguel Lafuente Alcántara dice lo mismo, como si lo copiara reverentemente, permitiéndose tan sólo traducir indomable en lugar de rencillosa, y conservando lo de pendenciera.

FUNDAMENTO DE ESTAS DOS OPINIONES.- Todos los cronistas antiguos están contestes, principiando por el historiador musulmán Aben-Ragid, en que los Agarenos no lograron dominar las fragosidades alpujarreñas ni reducir a los cristianos que allí vivían, sino pasados siglos de la batalla de Guadalete y de la ocupación de casi toda la Península por las legiones Africanas y Asiáticas. Y, aún después; si éstas penetraron y reinaron en la Alpujarra, fue por la buena y a condición de tolerar la Religión del Crucificado, cuyo culto siguió, en efecto, siendo libre durante otros dos o tres siglos, hasta que poco a poco, y sin violencia alguna, los más absorbieron a los menos, o los menos se refundieron en los más, al punto de no quedar un solo alpujarreño que se acordase de la fe de sus mayores.- Creen, pues, Mármol y Lafuente Alcántara que los calificativos de rencillosa, pendenciera e indomable le venían como de molde a aquella región en los tiempos en que los moros tuvieron la primera idea de ella.

IMPUGNACIÓN DE TODO LO DICHO.- Es, sin embargo, muy de extrañar que el mismo Aben-Ragid, relator de esos hechos, nunca llame a la Alpujarra sino la Tierra del Sirgo (por la mucha seda que en ella se criaba); y sorprende aún más, que, después de haber publicado Mármol la citada versión, otros filólogos e historiadores hayan continuado poniendo en tela de juicio la verdadera significación del nombre que hoy lleva aquel territorio.
Romey y Mr. Sacy, por ejemplo

(TERCERA OPINIÓN), se fijan en que Suar-el-Kaici y otros revoltosos de la Andalucía oriental levantaron por las Serranías de Granada algunas fortificaciones llamadas Al-Bord-jela, (Castillo de los Aliados), y creen que de este nombre vino a formarse el de Alpujarras.

En cambio (CUARTA OPINIÓN), Xerif Aledrix y nuestro insigne Conde aseguran por otro lado que Alpujarra vale tanto como Al-bugscharra, voz árabe que se interpreta Sierra de hierba o de pastos.
Finalmente, el ilustrado orientalista y literato de nuestros días, Sr. Simonet, dice (QUINTA OPINIÓN) que no le parece buena ninguna de las traducciones que conoce de Albuxarrat (que, según él, era como verdaderamente llamaban los moros a aquella Serranía), y aventura la idea de si podrá traducirse Alba Sierra, aunque añade modestísimamente a renglón seguido que está muy lejos de creer haber acertado más que los otros.

Ahora... el que leyere, si alguien me está leyendo, puede escoger, entre esas cinco, la opinión que
más le guste o le convenga.

Yo no escojo ninguna... por la sencilla razón de que no sé el árabe. La Alpujarra
Segunda parte: Capítulo 3 de Pedro Antonio de Alarcón

fotos: alpujarramagazine



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